El laberinto de lo hombres tontos
Capítulo sexto
El hombre de las mil preocupaciones
"...La mirada de la bruja se cernía sobre mí, al tiempo que en mi
garganta se formaba un nudo interminable. Cierto es que en aquellas épocas la
hermosura de las mujeres poco podía afectar mi inteligencia, pero no así el
temor que me inspiraba el sentirme perdido. --Has entrado en mis estancias sin
pedir algún permiso-- ella replicó --y ni siquiera a mi pregunta has
respondido-- Sus ojos se clavaron en los míos, haciéndome sentir pequeño como
un ratón. Mas de pronto en mi brazo una mano percibí, una mano fuerte que me
jaloneaba hacia la puerta. Alcancé a voltear la cabeza para descubrir quien me
llevaba, para ver con gran sorpresa que era un hombre de una cuarta. Un enano
malhumorado que tiraba de mi brazo, quien refunfuñando irritado repetía sin
cesar --Otro intruso, mi señora, otro intruso, nada más-- y meneaba la cabeza
como queriéndome negar. Yo muy joven, muy ingenuo, al pequeño pregunté
"...mi señor, que es lo que ocurre, por que me ha apresado usted..."
El me dijo, muy uraño, sin temores, sin chistar --A la reina de los oros has
venido a molestar. Si tus gritos y visiones le han quitado a ella la calma, tu
deber es aguantarte al castigo que te aguarda-- En ese momento caí en cuenta
que todo lo que se decía era en rima sin parar, que la reina no escuchaba sino
el verso mas perfecto, pero así ella aborrecía a la prosa en su defecto. Ese
hombre pequeñito, que me hacía la vida horrible, se quejaba nuevamente --Tus
pisadas son muy fuertes, tus orejas indiscretas, tus ropajes muy extraños y tu
manos muy inquietas,es tu pelo ya muy largo y tu esencia muy rebelde, pues
esquivas a la reina y a mirarla no te atreves-- Sentí que conocía a otro hombre
de gran presencia y gran inteligencia, un nuevo "geniecillo" al fin.
Ni siquiera me había dejado decir una palabra..."