El laberinto de los hombres tontos:
Capítulo Dos
La escalera de las frases incompletas (hasta el primer descanso).
Comenzamos a caminar entre las filas de estalactitas y estalagmitas, de las que
entonces no sabía el nombre, claro, y poco a poco la luz que entraba en la
cueva fue quedándose atrás y la obscuridad comenzó a cubrirlo todo. Sentí un
poco de miedo, pero el "genio" avanzando a mi lado me hacía sentir un
poco mejor, pues mientras avanzábamos iba tarareando una canción, o tal vez
estaba cantando, no podría decirlo con certeza.
Pronto la obscuridad era ya tanta que no podía ver ni dónde pisaba ni a dónde
me dirigía, y temía golpearme contra algo, olvídense de un objeto, posiblemente
incluso un monstruo.
Para mi fortuna, el "genio" encendió entonces un fósforo y con él una
pequeña lámpara de aceite que nunca supe de dónde sacó (tal vez de algún lugar
entre sus barbas).
-Toma -me dijo entregándome la lámpara-. Ahora debes seguir solo por un rato
-señaló hacia las profundidades de la cueva.
Dudé en hacerle caso y por un momento quise regresar, pero por alguna razón
seguí adelante hasta encontrarme con unas escaleras labradas en la piedra viva.
Subí los primeros tres escalones y entonces noté que en estos había algo
escrito con letras de algún metal plateado que por alguna razón no se
encontraban cubiertas de polvo y parecían recién pulidas.
Leí lo escrito en el escalón en que me encontraba: "VAS A BUSCAR
LA...".
-¿Voy a buscar la...? -me pregunté en voz alta-. ¿Voy a buscar la salida del
laberinto? -agregué casi de inmediato.
Entonces sentí un curioso cosquilleo en todo el cuerpo y noté que de alguna
forma había subido varios escalones, pero todavía faltaban muchos más, pues la
escalera parecía no tener fin.
Subí un poco más y entonces leí lo escrito en otro escalón: "...DENTRO DEL
RÍO".
-¿Tenía las piernas dentro del río? -otro cosquilleo y más escalones
aventajados-. Completar estas frases es muy fácil -me dije sonriendo, y comencé
a leer y a completar cada frase.
"EL ACEITE SE..."
-¿El aceite se acaba? -dije sin pensar, y entonces me encontré en un descanso
de la escalera y noté cómo la llama de la lámpara comenzaba a temblar en
agonía. Pronto me quedé a obscuras y volví a sentir miedo-. ¿Señor genio? -dije
temblando y a punto de llorar, y entonces fue cuando escuché una voz escaleras
arriba.
-¿Necesitas ayuda? -preguntó la voz, y antes de que pudiera responder, agregó:
-Busca en uno de tus bolsillos y encontrarás lo que necesitas para seguir
adelante, y cada que te sientas en apuros, busca en ese bolsillo y encontrarás
lo que necesitas, pero nada de tener miedo ni llorar, ¿bien?
Otra vez estaba tranquilo, aunque no veía a quien me hablaba con esa voz dulce
y serena, me sentía seguro sabiendo que esa persona estaba ahí.
Comencé a revisar mis bolsillos.