NIVAASA.
Por: Luis Antonio Avalos. 

I.
Asura caminaba victorioso por un mundo desolado, acababa de destruír al último Guerrero Kundalini y ahora el universo había pasado por completo al lado negativo. Podía escuchar con claridad las explosiones de galaxias enteras, colapsadas por la pérdida completa del equilibrio. El murmullo del Infinito, musical y puro, ahora era un alarido de terror y dolor. La decadencia lo devoraba todo y la obscuridad iba abrazando cada punto de cada mundo. El emperador se sentía muy bien. El poder latía en sus venas y la claridad llenaba ahora su mente... un tipo de claridad obscura y perversa.
-Lo logré... Mostré quién es el más poderoso ser en el universo. Derroté al Gran Espíritu -dijo Asura para sí mismo.
Entonces pudo ver sobre su cabeza la obscuridad de donde viene toda la maldad, una visión molesta, que hubiera podido volver loco a cualquier humano que se hubiera atrevido a mirarla directamente. Sintió cómo la obscuridad lo reclamaba y comenzaba a absorverlo, a reclamar lo que era suyo, a fundirlo en un lugar de pesadillas eternas y frío que se encontraba tan fuera de balance como el resto de la realidad.
Entonces, el emperador vió el final de todo. Una implosión. La nada.... La Nada.
Asura abrió los ojos y sin inmutarse se levantó de la cama. Los sueños de ese tipo lo habían perseguido desde el principio de su guerra contra la luz y la explicación que les daba era que eran producto de esas mismas fuerzas que se le oponían, una especie de engaño patético tratando de detenerlo. 

II.
Entre Ashcat usando el traje mimético de Galar, y Josh con su capa de poder y la velocidad que esta le daba, todos los fugitivos pudieron pasar sin ser vistos por la guardia de la base de transportes interestelares y abordar una de las naves que estaban listas para despegar.
El piloto asignado a esa nave estaba bebiendo un poco antes de despegar (bebida de piloto desalcoholizada, pues por saludable que fuera el alcohol según el Imperio, había situaciones en las que era mejor evitar sus efectos "relajantes" por el bien de una carga segura). Apuró su vaso y lo dejó sobre la barra del pequeño bar de la base. Caminó tranquilo hacia el área de despegue y al llegar hasta donde estaba la nave con su carga asignada vió cómo esta comenzaba a elevarse. Por un momento pensó que se había equivocado de sección y que esa era otra nave, pero al ver su carga siendo expulsada reconoció los sellos y entendió que algo malo estaba pasando ahí.
-Deshaciéndonos de la carga tendremos toda esa energía extra para nuestro viaje -dijo Ashcat a sus pasajeros-. Ahora agarrénse de donde puedan y háganlo con fuerza, porque las cosas se van a poner muy feas.
La nave se elevó veloz y salió de la atmósfera terrestre en segundos. Ashcat procedió a eludir la basura espacial mientras la burocracia del planeta que los fugitivos dejaban le quitaba valiosos minutos a las acciones a tomar para detenerlos, pues aunque la situación ameritaba una acción rápida que permitiera que varias naves patrulla persiguieran y detuvieran a los fugitivos, esto requería usar los equipos de comunicación para anunciar el robo de la nave de carga, y como el equipo de la línea directa con las fuerzas de vigilancia orbital estaba bajo reparación, eso significaba que habría que cabiar la frecuencia de alguno de los otros equipos y esto requería, claro, de las autorizaciones indicadas... lo que por tratarse de una emergencia tomaría entre 15 y 45 minutos.
-Parece que estamos de suerte -dijo Ashcat preguntándose por qué estaba haciendo semejantes locuras, y respondiéndose que si llegaba a donde fuera que se supone llegaría con esos mineros fugitivos, lo pensaría muy detenidamente-. Es extraño que para este momento no tengamos patrullas orbitales siguiéndonos. ¿Alguno de ustedes ha usado sus poderes para ayudarnos? Si es así, sigan haciéndolo.
-Supongo que es el Gran Espíritu quien nos ayuda -dijo Evita mientras miraba la Tierra alejarse-. ¿Por qué le llaman Planeta Azul a la Tierra?
-Es lo mismo que me he preguntado desde la primera vez que entregué una carga ahí -dijo Ashcat sintiéndose más relajado-. Creo que antes de que el Imperio conquistara este sistema solar se veía de ese color desde el espacio, o algo así... era cuando había flores también.
-Ahora se ve gris -dijo Evita pensativa mientras Ashcat comenzaba a ajustar las coordenadas para un salto al hiperespacio que los llevara fuera del sistema solar sin tener demasiado riesgo de estrellarse con algo, sabía que entre más tiempo pasara, mayores serían las posibilidades de que las vías de viaje hiperespacial (las que solían mantenerse libres de basura espacial, tráfico lento, asteroides y otros obstáculos físicos para evitar impactos) fueran bloqueadas para evitar que la nave de carga que acababan de robar saliera por ese medio.
-Espero que su Gran Espíritu tenga idea de a dónde vamos -dijo Ashcat antes de dar el salto. 

III.
Desde el puente de uno de los cruceros de la GAU, Gelius, hijo del Guerrero Kundalini Uller, uno de muchos caídos en la última defensa del sistema solar donde se peleara la peor batalla que recordara la GAU, miraba hacia la obscuridad del espacio esperando el evento que Katnatek le había anunciado.
-¿Estamos seguros de que este es el lugar? -preguntó Rog mientras bebía despreocupado algo de néctar sentado a lado de Gelius.
-Sí. Sólo debemos esperar un poco más -dijo el hombre de hielo.
-Ojalá Graciela estuviera aquí -dijo Rog-, le encantaría conocer al nuevo portador de la armadura.
-Freezy tampoco pudo venir, está combatiendo en Jaasgul al ejército metnalita -dijo Gelius sin mostrar ninguna emoción en especial.
-Graciela está en la Estación Lemuria y aún así la extraño... ¿No te preocupa cómo la estará pasando Freezy?
-Ella heredó la fuerza de nuestro padre -dijo Gelius con tono cortante y Rog decidió no alargar más la conversación. Desde la muerte de Uller y el pacto de unión de su abuelo con el Imperio, Gelius se había vuelto muy serio y siempre parecía estar enojado, pero todos sabían que en el fondo seguía siendo una buena persona.
Pasaron varias horas más y todo el tiempo Gelius permaneció de pie mirando el espacio obscuro y vacío, hacia el punto exacto en el que, de pronto, una nave de carga del Imperio salió del hiperespacio. 

IV.
-Bueno, nuestra energía se terminará con este último salto... espero que lleguemos a algún lado -dijo Ashcat sintiéndose nervioso al momento de activar el salto hiperespacial por séptima vez, pero creyendo todavía en los extraños chicos que lo acompañaban. Todavía no entendía por qué hacía todo eso, pero el ver a esos humanos hacer milagros, uno detrás de otro, le había inspirado algo de fe... aunque o supiera que se trataba de eso.
La nave entró al hiperespacio, y al salir, se encontró con un enorme crucero espacial con el símbolo de la GAU.
Josh y Evita se miraron con sendas sonrisas al ver la enorme nave, pues sabían que ese era el lugar al que debían llegar.
-No lo puedo creer -dijo Ashcat con todo el nerviosismo que había sentido hasta el momento, roto, y comenzó a reír de manera incontrolable, con una curiosa mezcla de felicidad, sorpresa y esperanza que nunca antes había sentido. 

-¡Es una nave del Imperio! -exclamó Rog.
-Sí -dijo Gelius sin mostrar mucha emoción.
-¡Alguien dispare los cañones contra esa cosa! -ordenó Rog.
-¡Alto! -gritó Gelius-. Que nadie dispare. ¿No sientes lo que hay dentro de esa nave, Rog? Es una energía muy grande, llena de esperanza -y por un momento los ojos de Gelius brillaron.
Rog comenzó a sentir entonces la energía y entendió que esa nave del Imperio era lo que esperaban. 

La nave de carga imperial entró al crucero. Sus escotillas se abrieron y los fugitivos comenzaron a bajar, mirando todos con ojos sorprendidos cuanto los rodeaba. Detrás de ellos bajó Ashcat con las manos en alto.
-Vengo con ellos -explicó el piloto-. Mi uniforme dice que soy trabajador del Imperio pero...
-Está bien -dijo Rog tocando el hombro de Ashcat-. No tienes por qué explicar nada.
Ashcat bajó los brazos con un suspiro de alivio.
Mientras, varios tripulantes del crucero atendían a los recién llegados, los felicitaban por su escape y les daban la bienvenida.
Gelius, por su parte, caminaba entre los recién llegados, y al llegar frente a Josh, se detuvo e hizo una especie de reverencia.
-Durante mucho tiempo habíamos esperado la llegada del nuevo portador de la armadura, me alegra que al fin haya llegado -dijo el hombre de hielo tratando de sonar cortés.
-Lo siento -dijo Josh-, pero yo no soy quien tiene esa armadura.
-Ella es la de la armadura, Gelius -dijo Rog señalando el kalpé en la cintura de Evita.
-Hola -saludó la niña.
Gelius miró a la pequeña y al kalpé, preguntándose cómo alguien tan frágil podía... entonces controló esos pensamientos y se acercó a Evita.
-Bienvenida -dijo el plutoniano repitiendo su reverencia, aunque Evita no captó el respeto que el hombre de hielo quería expresarle y sólo se limitó a sonreír.
Por su parte, Ashcat se preguntaba de qué armadura hablaban mientras se quitaba su chamarra con el símbolo del Imperio, pues aunque se le había recibido bien, temía que algún despistado le disparara si veía a un supuesto enemigo a bordo. 

V.
Galar estaba en un cuarto del hotel que se había construído donde alguna vez estuvo su casa. Estaba recostado en la cama y miraba al techo mientras recordaba su vida en familia.
Ahora ya no recordaba ningún rostro, ni el de su padre, ni el de su madre, ni el de ninguno de sus hermanos o hermanas, sólo había siluetas que tomaban rostros prestados de la imaginación y que parecían danzar entre neblina.
Pero a esa familia que durante tanto tiempo había extrañado, ahora se unía alguien más, con una imagen más nítida en el recuerdo: Otra hermana. Pero esta más alegre de como recordaba a las otras, con menos miedo en la mirada, más libre... El único detalle era que esta hermana no era en verdad su hermana.
-Esa niña me hizo algo -murmuró para sí mismo el mercenario y caza recompensas.
Entonces el techo de la habitación desapareció y en su lugar podía verse un cielo de color azul siendro atravezado por una parvada de aves. Galar sintió sobre su pecho algo, y al mirar vió la cabeza de la muchacha a la que se había acercado lleno de nervios. Ella dormía, y a unos pasos, la hermana de Galar leía un libro de poemas en voz alta, lanzando miradas pícaras en dirección de la pareja.
Galar cerró los ojos y apretó los párpados.
-Todo es tan familiar... Pero no es posible... -dijo, y al abrir los ojos estaba de vuelta en su cuarto de hotel.
Se levantó de la cama y se dió cuenta de que sentía un inmenso vacío en su interior. Sintió el impulso de llorar pero lo reprimió.
-No debí dejarla ir... -se dijo-. Ella sabe qué es todo esto... ella es esa hermana aunque ahora tenga otro rostro. Antes de que la Tierra fuera tomada por el Imperio... mucho antes... fuimos familia -entonces se dió cuenta de que esas últimas palabras no habían sido suyas y apretó los puños lleno de confusión-. Esa niña jugó con mi mente para que la dejara escapar... por eso me siento así. Nada de lo que veo es verdad. Todas mis hermanas están muertas, el cielo no es azul, no existe la paz y yo no soy ya un adolescente idiota que se sienta a escuchar rimas ridículas. Todo es una ilusión.
Pero pese a su labor de autoconvencimiento, Galar seguía recordando a su hermana y a la joven que lo acompañaba, y no dejaba de sentir nostalgia al saber, en alguna parte profunda y sensible, que todo había sido real alguna vez. 

VI.
El planeta Nivaasa organizó una gran fiesta de bienvenida para la portadora de la armadura. Evita sentía algo muy raro con todo esto, pues no estaba acostumbrada a ser tratada de una forma tan amable ni a ser vista como alguien importante. De hecho, no se explicaba por qué era que creían que ella era importante sólo por llevar esa armadura.
Katnatek le había explicado su papel, le había dicho que habría de enfrentarse a Asura y de luchar por devolver el equilibrio por medio del uso del poder de la luz. Le había advertido que la tarea era infinitamente importante y que requeriría mucho valor y sacrificio, pero que ella estaría preparada para todo eso. Pero en ningún momento le había dicho que con la armadura iban tantos honores.
Josh y los otros jóvenes mineros disfrutaban cuanto podían de toda la alegría que ahora los rodeaba. Sentían la libertad y la gozaban con cada una de sus células. En ese momento todos eran tan dichosos que no se acordaban del pasado, del presente, ni se preocupaban por el futuro. Sólo disfrutaban.
Ashcat, por su parte, hablaba con Rog sobre su deseo por ver flores mientras bebía algo de néctar de frutas (aunque el decir "algo de" sería minimizar su proeza, pues en esa fiesta, él sólo bebió lo que normalmente hubiera bastado para una docena de personas sedientas, y es que Ashcat nunca había probado algo tan refrescante y delicioso). Rog le prometió al piloto rojo mostrarle un campo de flores al siguiente día, y luego hablaron sobre los "poderes sobrenaturales" de los mineros fugitivos, lo que valió una larga explicación por parte de Rog sobre lo que hacía posibles esos "milagros".
-¿No se está divirtiendo? -preguntó Gelius a la distraída Evita.
-¿Perdón?
-Me parece que no disfruta tanto como sus compañeros de la celebración en su honor.
-Está bien, pero no estoy acostumbrada a estas cosas -sonrió Evita.
-Supongo que en la Tierra no celebran de esta forma... Todo lo que el Imperio toca pierde la alegría -dijo pensativo el plutoniano.
-Oye... ¿El Imperio te tocó?
La pregunta sorprendió a Gelius, y por un momento no supo qué responder.
-¿Por qué piensa eso? -dijo al cabo, sintiéndose incómodo.
-Siento tu tristeza. Desde que desperté a la Serpiente Kundalini siento y veo muchas cosas.
Gelius volvió a callar.
-El Imperio ha estado tocando muchas cosas desde que el portador de la tercera armadura murió -continuó Evita.
-Parece que Katnatek le ha explicado bastantes cosas -dijo Gelius desviándose con toda intención del tema.
-Algunas... pero otras sólo aparecen en mi mente. Es algo muy curioso. Como si me acordara de cosas que no había visto. Hay cosas que dan miedo, otras que son hermosas. Aparecen en mi mente todo el tiempo. El príncipe Zacek es una de esas cosas. Sé muchas de las cosas que hizo, pues las he visto, y sé que deberé pasar por pruebas que él superó antes de mí. Y entre todo esto, aparecen cada una de las tres armaduras anteriores, los dos sables de poder, los viajes en el tiempo, los otros Guerreros Kundalini... Hay tantas cosas que apenas puedo ver el presente -sonrió Evita.
-¿Los otros Guerreros Kundalini? -preguntó Gelius intrigado.
-Ajá. Ahora conozco a cada uno de ellos -dijo Evita mientras Gelius notaba su mirada con apariencia perdida pero llena de brillo-. Muchos ahora ya no están en este plano, como tu padre, pero también a ellos los conozco y sé todo lo que hicieron y hubieran hecho de no haber caído.
Gelius se incomodó todavía más ante la mención de su padre.
-Debo irme ahora -dijo el hombre de hielo.
-Perdóname si dije algo que no debía -se disculpó la niña.
-No... No dijo nada malo. Nos vemos.
Gelius se alejó y se perdió entre la multitud festejante. Evita sentía la tristeza del plutoniano, y sentía también todos los conflictos en cada uno de los otros Guerreros Kundalini extendidos por todo el universo. Sabía que tenía mucho trabajo por delante aunque ignorara aún la forma de realizarlo, pues si los Guerreros Kundalini estaban en desbalance, el universo debía estar aún peor de como se pensaba. 

VII.
En Metnal, en el centro ritual de Asura, el Amo de las Tinieblas volvía a manifestarse. Hacía tiempo, esto sólo hubiera podido ser posible en el Templo de la Zona de la Obscuridad, pero ya no más. Desde la derrota del príncipe Zacek, la energía negativa había aumentado de tal manera que ahora el Amo de las Tinieblas podía manifestarse en cualquier parte de Metnal y en muchos otros lugares de gran carga negativa.
-Asura -dijo la criatura formada con fuego negro-, la energía del nuevo portador de la armadura ya puede sentirse con toda facilidad. Ahora se encuentra en el planeta aliado a la GAU, Nivaasa, ¿la percibes?
-Sí -dijo Asura-. Puedo sentir su energía positiva, pero hay algo diferente ahora en comparación con el estúpido Zacek. Es una energía más... fuerte.
-Muestra de la desesperación del Gran Espíritu y los Inmortales. Presagio de que la victoria final se acerca. La energía de este nuevo guerrero puede ser mucha, pero aún es inexperto y torpe. Envía ahora a Ninjitsu, y para respaldar su misión, un par de destructores y algunos Gladiadores Cibernéticos, ¡que destruyan el planeta si es necesario! Si este nuevo guerrero muere en su primer enfrentamiento con la maldad, la esperanza morirá definitivamente en los corazones de los Kundalini.
-No quedará nada de ese planeta -sonrió Asura-. Interrumpiré la felicidad pasajera de esos idiotas Kundalini y volveré a acabar con su defensor.
-No te confíes demasiado, Asura. Golpea firme y con fuerza. Ataca para matar. No te des el lujo de la tortura en tu táctica, ¿está claro?
-Muy claro. 

VIII.
En el palacio Aalaya, en el planeta Nivaasa, Lis-Ek se encontraba en su jardín. Entonces sintió algo muy fuerte que había estado sintiendo desde hacía un par de días, sólo que ahora, la fuente de dicha energía estaba muy cerca.
La princesa se levantó y dirigió la mirada a la puerta que daba al interior del palacio al momento que por ella cruzaban varias personas con uniformes de Guerreros Kundalini.
-Princesa Lis-Ek -hizo una reverencia Gelius que fue más o menos imitada por Rog, Josh, Evita, Cord y Bala-Ek (esta última, por cierto, hija de un Guerrero Kundalini llamado Kim, mismo que se distinguió por su labor para salvar a muchos de los miembros de las Brigadas Kundalini, entre ellos Rog y su hermana Graciela, tras la derrota en la Tierra), también los acompañaba Ashcat, pero este estaba maravillado viendo flores más hermosas que las que había visto el día anterior acompañado de Rog, y sintiéndose vivir en un sueño, apenas podía poner atención a las formalidades.
Lis-Ek dirigió la mirada de inmediato hacia el kalpé en la cintura de Evita y luego cerró los ojos en una mueca de pesar.
-Disculpa que hayamos llegado sin aviso, Lis -dijo Cord-, pero todos estuvimos de acuerdo en presentarte a quien porta la armadura de...
-No necesito la explicación, Cord -interrumpió Lis-Ek con voz triste-. He visto y he sentido lo suficiente. Me dá gusto por ustedes que hayan encontrado a esta niña, pero no sé si puedo decir nada más que resulte agradable. Perdónenme.
-Esta niña es la esperanza encarnada -dijo Bala-Ek.
-Como lo fue Zacek -agregó Lis-. Pero tú lo dijiste, Bala, es una niña. Una niña que no sabe la prueba que se le ha impuesto, no sabe realmente el poder al que le hará frente y no tiene la experiencia que se necesita.
-El príncipe Zacek también era un niño cuando recibió la primera armadura -dijo entonces Evita, mirando fijamente a los ojos de Lis-. Además, la prueba no se me impuso, elegí seguirla pues Katnatek me dió la opción de quedarme en Merú, conozco a lo que enfrentaré pues viví rodeada de maldad hasta hace poco y aunque no tengo experiencia propia, tengo muchos fragmentos de la experiencia de otros Guerreros Kundalini.
Lis-Ek se limitó a desviar la mirada.
-Bueno, los felicito por encontrar a su nueva defensora -dijo avanzando ya al interior del palacio.
-¡Lis! -la llamó Cord.
-Déjala -dijo Gelius-. Entiendo su dolor y su temor a revivir el pasado. Es mejor si le damos más tiempo.
-Ella estuvo casada con el príncipe Zacek... -observó Josh de forma espontánea.
-Sí. De ahí su dolor, pues no soportó perderlo cuando la Tierra fue tomada por el Imperio, según me contó mi padre -dijo Bala-Ek, quien gracias a la energía Vril parecía una niña de unos ocho años, pero en realidad contaba ya con casi 60.
Evita guardó silencio, aunque no dejó de sentir algo de pena por el desbalance de los Guerreros Kundalini, esta vez puesto en evidencia por Lis. 

IX.
La deducción era simple: Si esa extraña niña y sus amigos eran en verdad un grupo de diabólicos Guerreros Kundalini, como decía el Imperio, entonces buscarían refugio con la GAU, y como se había enterado del robo y exitoso escape de una nave de carga, significaba que las probabilidades de dar con ella entre las filas de la Gran Alianza Universal se multiplicaban.
Por supuesto, era riesgoso infiltrarse en la GAU, pero era eso o alguna de dos opciones que no le agradaban del todo. La primera, seguir soportando las continuas visiones, recuerdos e ideas extrañas; la segunda, someterse a una cirugía mnemotécnica que bien podría costarle varios de los recuerdos que le eran de utilidad, sin mencionar el riesgo de caer en malas manos y terminar como zombie de trabajos varios en alguna subasta clandestina.
Así, Galar bajó del transbordador espacial de pasajeros en el planeta Zondax y comenzó a caminar sin rumbo, esperando llegar hasta alguien que le diera información sobre la GAU a cambio de dinero y sin hacer preguntas de más. Después de todo, Zondax era de esos planetas que se distinguían por sus redes de información clandestina.