I.
Asura caminaba victorioso por un mundo desolado, acababa de destruír
al último Guerrero Kundalini y ahora el universo había pasado
por completo al lado negativo. Podía escuchar con claridad las explosiones
de galaxias enteras, colapsadas por la pérdida completa del equilibrio.
El murmullo del Infinito, musical y puro, ahora era un alarido de terror
y dolor. La decadencia lo devoraba todo y la obscuridad iba abrazando cada
punto de cada mundo. El emperador se sentía muy bien. El poder latía
en sus venas y la claridad llenaba ahora su mente... un tipo de claridad
obscura y perversa.
-Lo logré... Mostré quién es el más poderoso
ser en el universo. Derroté al Gran Espíritu -dijo Asura
para sí mismo.
Entonces pudo ver sobre su cabeza la obscuridad de donde viene toda
la maldad, una visión molesta, que hubiera podido volver loco a
cualquier humano que se hubiera atrevido a mirarla directamente. Sintió
cómo la obscuridad lo reclamaba y comenzaba a absorverlo, a reclamar
lo que era suyo, a fundirlo en un lugar de pesadillas eternas y frío
que se encontraba tan fuera de balance como el resto de la realidad.
Entonces, el emperador vió el final de todo. Una implosión.
La nada.... La Nada.
Asura abrió los ojos y sin inmutarse se levantó de la
cama. Los sueños de ese tipo lo habían perseguido desde el
principio de su guerra contra la luz y la explicación que les daba
era que eran producto de esas mismas fuerzas que se le oponían,
una especie de engaño patético tratando de detenerlo.
II.
Entre Ashcat usando el traje mimético de Galar, y Josh con su
capa de poder y la velocidad que esta le daba, todos los fugitivos pudieron
pasar sin ser vistos por la guardia de la base de transportes interestelares
y abordar una de las naves que estaban listas para despegar.
El piloto asignado a esa nave estaba bebiendo un poco antes de despegar
(bebida de piloto desalcoholizada, pues por saludable que fuera el alcohol
según el Imperio, había situaciones en las que era mejor
evitar sus efectos "relajantes" por el bien de una carga segura). Apuró
su vaso y lo dejó sobre la barra del pequeño bar de la base.
Caminó tranquilo hacia el área de despegue y al llegar hasta
donde estaba la nave con su carga asignada vió cómo esta
comenzaba a elevarse. Por un momento pensó que se había equivocado
de sección y que esa era otra nave, pero al ver su carga siendo
expulsada reconoció los sellos y entendió que algo malo estaba
pasando ahí.
-Deshaciéndonos de la carga tendremos toda esa energía
extra para nuestro viaje -dijo Ashcat a sus pasajeros-. Ahora agarrénse
de donde puedan y háganlo con fuerza, porque las cosas se van a
poner muy feas.
La nave se elevó veloz y salió de la atmósfera
terrestre en segundos. Ashcat procedió a eludir la basura espacial
mientras la burocracia del planeta que los fugitivos dejaban le quitaba
valiosos minutos a las acciones a tomar para detenerlos, pues aunque la
situación ameritaba una acción rápida que permitiera
que varias naves patrulla persiguieran y detuvieran a los fugitivos, esto
requería usar los equipos de comunicación para anunciar el
robo de la nave de carga, y como el equipo de la línea directa con
las fuerzas de vigilancia orbital estaba bajo reparación, eso significaba
que habría que cabiar la frecuencia de alguno de los otros equipos
y esto requería, claro, de las autorizaciones indicadas... lo que
por tratarse de una emergencia tomaría entre 15 y 45 minutos.
-Parece que estamos de suerte -dijo Ashcat preguntándose por
qué estaba haciendo semejantes locuras, y respondiéndose
que si llegaba a donde fuera que se supone llegaría con esos mineros
fugitivos, lo pensaría muy detenidamente-. Es extraño que
para este momento no tengamos patrullas orbitales siguiéndonos.
¿Alguno de ustedes ha usado sus poderes para ayudarnos? Si es así,
sigan haciéndolo.
-Supongo que es el Gran Espíritu quien nos ayuda -dijo Evita
mientras miraba la Tierra alejarse-. ¿Por qué le llaman Planeta
Azul a la Tierra?
-Es lo mismo que me he preguntado desde la primera vez que entregué
una carga ahí -dijo Ashcat sintiéndose más relajado-.
Creo que antes de que el Imperio conquistara este sistema solar se veía
de ese color desde el espacio, o algo así... era cuando había
flores también.
-Ahora se ve gris -dijo Evita pensativa mientras Ashcat comenzaba a
ajustar las coordenadas para un salto al hiperespacio que los llevara fuera
del sistema solar sin tener demasiado riesgo de estrellarse con algo, sabía
que entre más tiempo pasara, mayores serían las posibilidades
de que las vías de viaje hiperespacial (las que solían mantenerse
libres de basura espacial, tráfico lento, asteroides y otros obstáculos
físicos para evitar impactos) fueran bloqueadas para evitar que
la nave de carga que acababan de robar saliera por ese medio.
-Espero que su Gran Espíritu tenga idea de a dónde vamos
-dijo Ashcat antes de dar el salto.
III.
Desde el puente de uno de los cruceros de la GAU, Gelius, hijo del
Guerrero Kundalini Uller, uno de muchos caídos en la última
defensa del sistema solar donde se peleara la peor batalla que recordara
la GAU, miraba hacia la obscuridad del espacio esperando el evento que
Katnatek le había anunciado.
-¿Estamos seguros de que este es el lugar? -preguntó
Rog mientras bebía despreocupado algo de néctar sentado a
lado de Gelius.
-Sí. Sólo debemos esperar un poco más -dijo el
hombre de hielo.
-Ojalá Graciela estuviera aquí -dijo Rog-, le encantaría
conocer al nuevo portador de la armadura.
-Freezy tampoco pudo venir, está combatiendo en Jaasgul al ejército
metnalita -dijo Gelius sin mostrar ninguna emoción en especial.
-Graciela está en la Estación Lemuria y aún así
la extraño... ¿No te preocupa cómo la estará
pasando Freezy?
-Ella heredó la fuerza de nuestro padre -dijo Gelius con tono
cortante y Rog decidió no alargar más la conversación.
Desde la muerte de Uller y el pacto de unión de su abuelo con el
Imperio, Gelius se había vuelto muy serio y siempre parecía
estar enojado, pero todos sabían que en el fondo seguía siendo
una buena persona.
Pasaron varias horas más y todo el tiempo Gelius permaneció
de pie mirando el espacio obscuro y vacío, hacia el punto exacto
en el que, de pronto, una nave de carga del Imperio salió del hiperespacio.
IV.
-Bueno, nuestra energía se terminará con este último
salto... espero que lleguemos a algún lado -dijo Ashcat sintiéndose
nervioso al momento de activar el salto hiperespacial por séptima
vez, pero creyendo todavía en los extraños chicos que lo
acompañaban. Todavía no entendía por qué hacía
todo eso, pero el ver a esos humanos hacer milagros, uno detrás
de otro, le había inspirado algo de fe... aunque o supiera que se
trataba de eso.
La nave entró al hiperespacio, y al salir, se encontró
con un enorme crucero espacial con el símbolo de la GAU.
Josh y Evita se miraron con sendas sonrisas al ver la enorme nave,
pues sabían que ese era el lugar al que debían llegar.
-No lo puedo creer -dijo Ashcat con todo el nerviosismo que había
sentido hasta el momento, roto, y comenzó a reír de manera
incontrolable, con una curiosa mezcla de felicidad, sorpresa y esperanza
que nunca antes había sentido.
-¡Es una nave del Imperio! -exclamó Rog.
-Sí -dijo Gelius sin mostrar mucha emoción.
-¡Alguien dispare los cañones contra esa cosa! -ordenó
Rog.
-¡Alto! -gritó Gelius-. Que nadie dispare. ¿No
sientes lo que hay dentro de esa nave, Rog? Es una energía muy grande,
llena de esperanza -y por un momento los ojos de Gelius brillaron.
Rog comenzó a sentir entonces la energía y entendió
que esa nave del Imperio era lo que esperaban.
La nave de carga imperial entró al crucero. Sus escotillas se
abrieron y los fugitivos comenzaron a bajar, mirando todos con ojos sorprendidos
cuanto los rodeaba. Detrás de ellos bajó Ashcat con las manos
en alto.
-Vengo con ellos -explicó el piloto-. Mi uniforme dice que soy
trabajador del Imperio pero...
-Está bien -dijo Rog tocando el hombro de Ashcat-. No tienes
por qué explicar nada.
Ashcat bajó los brazos con un suspiro de alivio.
Mientras, varios tripulantes del crucero atendían a los recién
llegados, los felicitaban por su escape y les daban la bienvenida.
Gelius, por su parte, caminaba entre los recién llegados, y
al llegar frente a Josh, se detuvo e hizo una especie de reverencia.
-Durante mucho tiempo habíamos esperado la llegada del nuevo
portador de la armadura, me alegra que al fin haya llegado -dijo el hombre
de hielo tratando de sonar cortés.
-Lo siento -dijo Josh-, pero yo no soy quien tiene esa armadura.
-Ella es la de la armadura, Gelius -dijo Rog señalando el kalpé
en la cintura de Evita.
-Hola -saludó la niña.
Gelius miró a la pequeña y al kalpé, preguntándose
cómo alguien tan frágil podía... entonces controló
esos pensamientos y se acercó a Evita.
-Bienvenida -dijo el plutoniano repitiendo su reverencia, aunque Evita
no captó el respeto que el hombre de hielo quería expresarle
y sólo se limitó a sonreír.
Por su parte, Ashcat se preguntaba de qué armadura hablaban
mientras se quitaba su chamarra con el símbolo del Imperio, pues
aunque se le había recibido bien, temía que algún
despistado le disparara si veía a un supuesto enemigo a bordo.
V.
Galar estaba en un cuarto del hotel que se había construído
donde alguna vez estuvo su casa. Estaba recostado en la cama y miraba al
techo mientras recordaba su vida en familia.
Ahora ya no recordaba ningún rostro, ni el de su padre, ni el
de su madre, ni el de ninguno de sus hermanos o hermanas, sólo había
siluetas que tomaban rostros prestados de la imaginación y que parecían
danzar entre neblina.
Pero a esa familia que durante tanto tiempo había extrañado,
ahora se unía alguien más, con una imagen más nítida
en el recuerdo: Otra hermana. Pero esta más alegre de como recordaba
a las otras, con menos miedo en la mirada, más libre... El único
detalle era que esta hermana no era en verdad su hermana.
-Esa niña me hizo algo -murmuró para sí mismo
el mercenario y caza recompensas.
Entonces el techo de la habitación desapareció y en su
lugar podía verse un cielo de color azul siendro atravezado por
una parvada de aves. Galar sintió sobre su pecho algo, y al mirar
vió la cabeza de la muchacha a la que se había acercado lleno
de nervios. Ella dormía, y a unos pasos, la hermana de Galar leía
un libro de poemas en voz alta, lanzando miradas pícaras en dirección
de la pareja.
Galar cerró los ojos y apretó los párpados.
-Todo es tan familiar... Pero no es posible... -dijo, y al abrir los
ojos estaba de vuelta en su cuarto de hotel.
Se levantó de la cama y se dió cuenta de que sentía
un inmenso vacío en su interior. Sintió el impulso de llorar
pero lo reprimió.
-No debí dejarla ir... -se dijo-. Ella sabe qué es todo
esto... ella es esa hermana aunque ahora tenga otro rostro. Antes de que
la Tierra fuera tomada por el Imperio... mucho antes... fuimos familia
-entonces se dió cuenta de que esas últimas palabras no habían
sido suyas y apretó los puños lleno de confusión-.
Esa niña jugó con mi mente para que la dejara escapar...
por eso me siento así. Nada de lo que veo es verdad. Todas mis hermanas
están muertas, el cielo no es azul, no existe la paz y yo no soy
ya un adolescente idiota que se sienta a escuchar rimas ridículas.
Todo es una ilusión.
Pero pese a su labor de autoconvencimiento, Galar seguía recordando
a su hermana y a la joven que lo acompañaba, y no dejaba de sentir
nostalgia al saber, en alguna parte profunda y sensible, que todo había
sido real alguna vez.
VI.
El planeta Nivaasa organizó una gran fiesta de bienvenida para
la portadora de la armadura. Evita sentía algo muy raro con todo
esto, pues no estaba acostumbrada a ser tratada de una forma tan amable
ni a ser vista como alguien importante. De hecho, no se explicaba por qué
era que creían que ella era importante sólo por llevar esa
armadura.
Katnatek le había explicado su papel, le había dicho
que habría de enfrentarse a Asura y de luchar por devolver el equilibrio
por medio del uso del poder de la luz. Le había advertido que la
tarea era infinitamente importante y que requeriría mucho valor
y sacrificio, pero que ella estaría preparada para todo eso. Pero
en ningún momento le había dicho que con la armadura iban
tantos honores.
Josh y los otros jóvenes mineros disfrutaban cuanto podían
de toda la alegría que ahora los rodeaba. Sentían la libertad
y la gozaban con cada una de sus células. En ese momento todos eran
tan dichosos que no se acordaban del pasado, del presente, ni se preocupaban
por el futuro. Sólo disfrutaban.
Ashcat, por su parte, hablaba con Rog sobre su deseo por ver flores
mientras bebía algo de néctar de frutas (aunque el decir
"algo de" sería minimizar su proeza, pues en esa fiesta, él
sólo bebió lo que normalmente hubiera bastado para una docena
de personas sedientas, y es que Ashcat nunca había probado algo
tan refrescante y delicioso). Rog le prometió al piloto rojo mostrarle
un campo de flores al siguiente día, y luego hablaron sobre los
"poderes sobrenaturales" de los mineros fugitivos, lo que valió
una larga explicación por parte de Rog sobre lo que hacía
posibles esos "milagros".
-¿No se está divirtiendo? -preguntó Gelius a la
distraída Evita.
-¿Perdón?
-Me parece que no disfruta tanto como sus compañeros de la celebración
en su honor.
-Está bien, pero no estoy acostumbrada a estas cosas -sonrió
Evita.
-Supongo que en la Tierra no celebran de esta forma... Todo lo que
el Imperio toca pierde la alegría -dijo pensativo el plutoniano.
-Oye... ¿El Imperio te tocó?
La pregunta sorprendió a Gelius, y por un momento no supo qué
responder.
-¿Por qué piensa eso? -dijo al cabo, sintiéndose
incómodo.
-Siento tu tristeza. Desde que desperté a la Serpiente Kundalini
siento y veo muchas cosas.
Gelius volvió a callar.
-El Imperio ha estado tocando muchas cosas desde que el portador de
la tercera armadura murió -continuó Evita.
-Parece que Katnatek le ha explicado bastantes cosas -dijo Gelius desviándose
con toda intención del tema.
-Algunas... pero otras sólo aparecen en mi mente. Es algo muy
curioso. Como si me acordara de cosas que no había visto. Hay cosas
que dan miedo, otras que son hermosas. Aparecen en mi mente todo el tiempo.
El príncipe Zacek es una de esas cosas. Sé muchas de las
cosas que hizo, pues las he visto, y sé que deberé pasar
por pruebas que él superó antes de mí. Y entre todo
esto, aparecen cada una de las tres armaduras anteriores, los dos sables
de poder, los viajes en el tiempo, los otros Guerreros Kundalini... Hay
tantas cosas que apenas puedo ver el presente -sonrió Evita.
-¿Los otros Guerreros Kundalini? -preguntó Gelius intrigado.
-Ajá. Ahora conozco a cada uno de ellos -dijo Evita mientras
Gelius notaba su mirada con apariencia perdida pero llena de brillo-. Muchos
ahora ya no están en este plano, como tu padre, pero también
a ellos los conozco y sé todo lo que hicieron y hubieran hecho de
no haber caído.
Gelius se incomodó todavía más ante la mención
de su padre.
-Debo irme ahora -dijo el hombre de hielo.
-Perdóname si dije algo que no debía -se disculpó
la niña.
-No... No dijo nada malo. Nos vemos.
Gelius se alejó y se perdió entre la multitud festejante.
Evita sentía la tristeza del plutoniano, y sentía también
todos los conflictos en cada uno de los otros Guerreros Kundalini extendidos
por todo el universo. Sabía que tenía mucho trabajo por delante
aunque ignorara aún la forma de realizarlo, pues si los Guerreros
Kundalini estaban en desbalance, el universo debía estar aún
peor de como se pensaba.
VII.
En Metnal, en el centro ritual de Asura, el Amo de las Tinieblas volvía
a manifestarse. Hacía tiempo, esto sólo hubiera podido ser
posible en el Templo de la Zona de la Obscuridad, pero ya no más.
Desde la derrota del príncipe Zacek, la energía negativa
había aumentado de tal manera que ahora el Amo de las Tinieblas
podía manifestarse en cualquier parte de Metnal y en muchos otros
lugares de gran carga negativa.
-Asura -dijo la criatura formada con fuego negro-, la energía
del nuevo portador de la armadura ya puede sentirse con toda facilidad.
Ahora se encuentra en el planeta aliado a la GAU, Nivaasa, ¿la percibes?
-Sí -dijo Asura-. Puedo sentir su energía positiva, pero
hay algo diferente ahora en comparación con el estúpido Zacek.
Es una energía más... fuerte.
-Muestra de la desesperación del Gran Espíritu y los
Inmortales. Presagio de que la victoria final se acerca. La energía
de este nuevo guerrero puede ser mucha, pero aún es inexperto y
torpe. Envía ahora a Ninjitsu, y para respaldar su misión,
un par de destructores y algunos Gladiadores Cibernéticos, ¡que
destruyan el planeta si es necesario! Si este nuevo guerrero muere en su
primer enfrentamiento con la maldad, la esperanza morirá definitivamente
en los corazones de los Kundalini.
-No quedará nada de ese planeta -sonrió Asura-. Interrumpiré
la felicidad pasajera de esos idiotas Kundalini y volveré a acabar
con su defensor.
-No te confíes demasiado, Asura. Golpea firme y con fuerza.
Ataca para matar. No te des el lujo de la tortura en tu táctica,
¿está claro?
-Muy claro.
VIII.
En el palacio Aalaya, en el planeta Nivaasa, Lis-Ek se encontraba en
su jardín. Entonces sintió algo muy fuerte que había
estado sintiendo desde hacía un par de días, sólo
que ahora, la fuente de dicha energía estaba muy cerca.
La princesa se levantó y dirigió la mirada a la puerta
que daba al interior del palacio al momento que por ella cruzaban varias
personas con uniformes de Guerreros Kundalini.
-Princesa Lis-Ek -hizo una reverencia Gelius que fue más o menos
imitada por Rog, Josh, Evita, Cord y Bala-Ek (esta última, por cierto,
hija de un Guerrero Kundalini llamado Kim, mismo que se distinguió
por su labor para salvar a muchos de los miembros de las Brigadas Kundalini,
entre ellos Rog y su hermana Graciela, tras la derrota en la Tierra), también
los acompañaba Ashcat, pero este estaba maravillado viendo flores
más hermosas que las que había visto el día anterior
acompañado de Rog, y sintiéndose vivir en un sueño,
apenas podía poner atención a las formalidades.
Lis-Ek dirigió la mirada de inmediato hacia el kalpé
en la cintura de Evita y luego cerró los ojos en una mueca de pesar.
-Disculpa que hayamos llegado sin aviso, Lis -dijo Cord-, pero todos
estuvimos de acuerdo en presentarte a quien porta la armadura de...
-No necesito la explicación, Cord -interrumpió Lis-Ek
con voz triste-. He visto y he sentido lo suficiente. Me dá gusto
por ustedes que hayan encontrado a esta niña, pero no sé
si puedo decir nada más que resulte agradable. Perdónenme.
-Esta niña es la esperanza encarnada -dijo Bala-Ek.
-Como lo fue Zacek -agregó Lis-. Pero tú lo dijiste,
Bala, es una niña. Una niña que no sabe la prueba que se
le ha impuesto, no sabe realmente el poder al que le hará frente
y no tiene la experiencia que se necesita.
-El príncipe Zacek también era un niño cuando
recibió la primera armadura -dijo entonces Evita, mirando fijamente
a los ojos de Lis-. Además, la prueba no se me impuso, elegí
seguirla pues Katnatek me dió la opción de quedarme en Merú,
conozco a lo que enfrentaré pues viví rodeada de maldad hasta
hace poco y aunque no tengo experiencia propia, tengo muchos fragmentos
de la experiencia de otros Guerreros Kundalini.
Lis-Ek se limitó a desviar la mirada.
-Bueno, los felicito por encontrar a su nueva defensora -dijo avanzando
ya al interior del palacio.
-¡Lis! -la llamó Cord.
-Déjala -dijo Gelius-. Entiendo su dolor y su temor a revivir
el pasado. Es mejor si le damos más tiempo.
-Ella estuvo casada con el príncipe Zacek... -observó
Josh de forma espontánea.
-Sí. De ahí su dolor, pues no soportó perderlo
cuando la Tierra fue tomada por el Imperio, según me contó
mi padre -dijo Bala-Ek, quien gracias a la energía Vril parecía
una niña de unos ocho años, pero en realidad contaba ya con
casi 60.
Evita guardó silencio, aunque no dejó de sentir algo
de pena por el desbalance de los Guerreros Kundalini, esta vez puesto en
evidencia por Lis.
IX.
La deducción era simple: Si esa extraña niña y
sus amigos eran en verdad un grupo de diabólicos Guerreros Kundalini,
como decía el Imperio, entonces buscarían refugio con la
GAU, y como se había enterado del robo y exitoso escape de una nave
de carga, significaba que las probabilidades de dar con ella entre las
filas de la Gran Alianza Universal se multiplicaban.
Por supuesto, era riesgoso infiltrarse en la GAU, pero era eso o alguna
de dos opciones que no le agradaban del todo. La primera, seguir soportando
las continuas visiones, recuerdos e ideas extrañas; la segunda,
someterse a una cirugía mnemotécnica que bien podría
costarle varios de los recuerdos que le eran de utilidad, sin mencionar
el riesgo de caer en malas manos y terminar como zombie de trabajos varios
en alguna subasta clandestina.
Así, Galar bajó del transbordador espacial de pasajeros
en el planeta Zondax y comenzó a caminar sin rumbo, esperando llegar
hasta alguien que le diera información sobre la GAU a cambio de
dinero y sin hacer preguntas de más. Después de todo, Zondax
era de esos planetas que se distinguían por sus redes de información
clandestina.