ASHCAT.
Por: Luis Antonio Avalos. 

I.
Ashcat siempre había odiado el momento de acercarse a la órbita de los planetas del Imperio, durante su entrenamiento como piloto de carga había practicado cómo aterrizar en cualquier terreno, la realización de maniobras evasivas y de defensa en caso de ataque, la forma correcta de angular la entrada en distintas atmósferas y gravedades, y hasta cómo evitar asteroides para no causarle daño a la nave... pero no había practicado cómo eludir basura espacial, y si algo era verdad en los planetas del Imperio, era que todos parecían estar en alguna competencia no declarada para ver cuál lograba poner más basura en órbita.
Restos de satélites, de naves guerreras y en más de una ocasión hasta los restos orgánicos (o inorgánicos) de los caídos en batalla durante la toma del planeta en cuestión, todo esto y más podía encontrarse flotando alrededor de estos mundos.
Hacía años, cuando todavía era un niño, Ashcat había oído de la guerra en el lejano Planeta Azul. Se hablaba entonces de una gran resistencia organizada por la GAU y de su fuertes bases en varios puntos de ese sistema solar, e incluso se comentaba de una posible derrota del Imperio. Esas historias lo habían reconfortado muchas veces, imaginando el día en que al ser derrotado Asura, su planeta volviera a ser libre y a llenarse de flores.
No era que la libertad no trajera muchas cosas además de flores, claro, pero Ashcat siempre había tenido curiosidad de ver alguna fuera de las imágenes en una pantalla o proyector holográfico. Decían que eran cosas vivas con muchos colores, que nacían de la tierra y que tenían fragantes aromas, y describían un área cubierta de flores como algo hermoso y relajante.
Pero llegaron entonces noticias de la derrota en el Planeta Azul y la toma de la base selenita, y poco después se supo que el príncipe Zacek había muerto en la lucha. Al parecer ya no habría flores para Ashcat, así que decidió convertirse en piloto interestelar de carga para el Imperio, pues así, visitando varios mundos, tal vez en alguno encontraría flores. Pero ningún planeta del Imperio gozaba de tal lujo, y lo más cerca que había estado de experimentar las flores reales, había sido con el uso de un neuroestimulador de realidad virtual, ahí, en un mundo artificial, había podido oler y tocar las flores... pero aunque la ilusión era perfecta, sentía que sólo se engañaba. 

II.
Hacía casi una semana desde que sucediera el escape de varios trabajadores de las minas del sector 37, y desde que esto había sucedido, muchos rumores se extendieron por todo el planeta sobre un regreso de la GAU y los Guerreros Kundalini. Estos rumores, claro, inspiraban miedo entre la población honrada y trabajadora (esto entre comillas, la mayoría de las veces), pues si la GAU y sus diabólicos guerreros volvían a la Tierra, significaba que podría desatarse otra vez la guerra.
Por todos lados había vigilancia como sólo se había visto durante la persecución de Guerreros Kundalini al finalizar la guerra, y ya no sólo guardias metnalitas comunes vigilaban las 24 horas, sino también guerreros de élite del Imperio y varios mercenarios.
-¡Hey, Hurock! -llamó Galar, mercenario desde los 8 años nacido en la Tierra, a un "colega".
-¿Eres tú, Galar? -preguntó impresionado el gigante de 4 metros de alto por 2 de ancho mirando a su conocido con dos ojos mientras mantenía los otros dos vigilando el perímetro, como acostumbraba hacerlo siempre.
-¿Y quién más? ¿O esos ojos ya no ven tan bien como antes?
-Pues a decir verdad me sometí a una nanotecnocirugía y ahora veo mejor que nunca -dijo Hurock-. Pero dime, ¿qué haces de vuelta en este planetucho? ¿Viniste a visitar tu casa? -bromeó el gigante de forma cruel, pues sabía que la casa de Galar había sido quemada con su familia dentro por un fanático de la resistencia.
-De hecho vine por dinero del Imperio Metnalita -respondió Galar sin inmutarse-. Supe de una fuga de posibles Guerreros Kundalini y de la recompensa que se ofrece por cada uno de ellos. Supongo que tú también estás aquí por eso, ¿no?
-Supones bien.
-¿Y cuándo llegaste, si puedo preguntar?
-Hace unas horas apenas, en una nave del Imperio.
-Supongo que sería una nave de las que transportan animales, ¿no? Sé que no acostumbras pagar primera clase como yo -dijo Galar con malicia.
Hurock reprimió su rabia.
-Alquilé una nave de carga sólo para mí -dijo el gigante-. Mi tamaño me impide tomar transportes para turistas.
-Tal vez sería buena idea que pagaras por una nave de tu tamaño.
-Puede que con lo que cobre en esta misión lo haga.
-No cuentes con eso, la competencia es dura, ¿sabes?
-La cantidad de competidores novatos no significa nada para mí -sonrió Hurock-. La calidad del buscador es lo importante y nadie se me compara.
-No hablaba de la cantidad de mercenarios y guardias... obviamente me refería a competencia de verdad. Al único mercenario que supera a todos los otros, incluído tú -dijo Galar con seriedad absoluta.
Hurock entendió lo que Galar quería decir y rió de una forma un poco forzada.
-Muy bien, Galar -dijo Hurock-, ¿qué tal si seguimos charlando en una cantina? Dicen que este planeta insignificante ofrece una gran diversión a quienes pueden pagar por ella. 

III.
Ashcat vagaba por las calles de la Tierra esperando que su próxima carga le fuera confirmada, lo que en promedio le daría un par de días más. Estaba acostumbrado al ambiente de los planetas del Imperio, pero no dejaba de molestarle la insistencia de los comerciantes de distintos placeres. No podía dar un paso sin que alguien le ofreciera apuestas, sexo, drogas, o cosas más exóticas como unirse a una cacería (en la que la presa solía ser un esclavo) o el degustar algo de carne humana (otra vez usando generalmente esclavos). Incluso había muchas variantes que combinaban varios de estos placeres (como cazar al esclavo que luego se degustaba sazonado con algún alucinógeno), pero nada de esto le llamaba la atención.
El ignorar a los comerciantes solía funcionar, aunque algunos eran muy insistentes y con esos sólo una mirada intimidante y una frase como "Largo o te mato" surtía efecto, aunque en ocasiones este recurso podía tener como consecuencia una pelea en la que alguien terminaba muerto.
Al fin, Ashcat se detuvo en un puesto ambulante para comprar una bebida baja en alcohol (y ya que la mayoría de las bebidas tenían alcohol debido a las cualidades tan saludables que el Imperio había encontrado en él y comprobado científicamente, sobre todo en grandes cantidades, esto solía ser algo difícil). Pagó por la bebida de olor fuerte, color verde y sabor a hígado puesto en formol, y al darse media vuelta para seguir su camino dos tipos lo tomaron uno de cada brazo apuntándole en las costillas con armas láser y a paso veloz lo condujeron hasta un callejón cercano. No era porque temieran que un representante de la ley los sorprendiera, claro, sino porque en ocasiones otros asaltantes se unían al atraco y querían su parte o, en el peor de los casos, dos o más aprovechados rodeaban a los asaltantes y terminaban robándolos junto con la víctima original.
Ya en el callejón, los asaltantes se solazaron golpeando a Ashcat hasta dejarlo tendido en el suelo, y sólo entonces procedieron a pedirle que les entregara cuanto traía. Pero tan lastimado como estaba, Ashcat apenas podía moverse, por lo que los asaltantes decidieron que la víctima estaba resistiéndose y uno de ellos le disparó, luego revisaron sus ropas y se llevaron todo lo que consideraron de valor. Según ellos, Ashcat estaba muerto, pero Ashcat opinaba otra cosa y con gran esfuerzo se arrastró fuera del callejón dejando un rastro de sangre amarilla en el camino (dado que la piel de su raza era rojo carmesí, la naturaleza debió pensar que la sangre amarilla era una buena opción para evitar confusiones).
-Por favor... -dijo Ashcat con voz débil a los traunsentes-. Ayúdenme...
Por supuesto, otra cosa que Ashcat sabía de los planetas del Imperio era que nadie ayudaba a otros. El hacerlo siempre robaba tiempo, muchas veces dinero y en ocasiones le causaba problemas adicionales al buen samaritano, así que como regla, lo más que un moribundo podía esperar era que llegaran a recoger su cadáver antes de 48 horas. Claro que se sabía de afortunados que habían sobrevivido lo suficiente y habían sido salvados por la tecnología médica, pero Ashcat no se sentía tan optimista como para aguantar ni una hora más.
Entonces sintió que alguien lo jalaba de los pies de vuelta al interior del callejón y mientras cerraba los ojos pensó que habían regresado para rematarlo, aunque el pensamiento no significó gran cosa, de alguna manera extraña le era indiferente el morir en ese momento pero sentía mucho el nunca haber conocido sus añoradas flores.
-¿Qué vamos a hacer con él, Josh? -escuchó Ashcat una voz muy joven.
-No podemos dejarlo morir aquí -dijo otra voz-. Voy a tratar de curarlo.
Ashcat abrió los ojos al oír esto, más por la sorpresa que por alguna mejoría, y vió frente a él a dos chicos humanos, uno de ellos con una capa blanca y roja en los hombros y con las manos puestas sobre la herida mientras parecía estar concentrándose.
-Josh, mira, ya abrió los ojos -dijo el otro muchacho con voz nerviosa, pero no recibió respuesta.
Ashcat comenzó a sentirse mejor, pero entonces Josh dejó de hacer lo que fuera que le estuviera haciendo y retiró las manos.
-Uuuuf... El daño es mucho y no tengo mucha energía, sólo he podido cerrar un poco la herida, pero todavía está abierta -dijo Josh con voz cansada.
-Dejémoslo aquí, Josh, seguro con lo que hiciste aguantará hasta que alguien lo encuentre y lo lleven al hospital -dijo el muchacho que cada vez se veía más nervioso.
-No, Uther... No debemos dejarlo. Encuentra a Evita y dile que se olvide de la comida, que tenemos una emergencia y hay que volver al refugio, yo cargaré a nuestro paciente hasta allá.
-¡No creo que debamos hacerlo, Josh! -chilló Uther.
-No te preocupes, todo saldrá bien -dijo Josh mientras levantaba al herido y se lo ponía en los hombros. 

IV.
Sobre el tronco encorvado de un árbol, en medio de un jardín de un verdor omnipresente, moteado por flores de diversos colores y formas y musicalizado con la risa juguetona de un arroyo, una mujer de mirada triste dejaba que el viento jugara con sus cabellos rojizos. Tenía en sus ropas el emblema de la casa real Zuyua y por su expresión parecía que estuviera en otro lugar.
-Liz-Ek -la llamó una voz conocida.
-Vete, Cord... -dijo la princesa-. Sé que otra vez te enviaron a convencerme.
El gnomulón se acercó a la mujer y se sentó sobre el césped húmedo a pocos pasos de ella.
-¿Cuándo entenderán que ya no pertenezco a la GAU ni me interesa continuar la guerra? -dijo Liz.
-A mí tampoco me gusta pelear, pero sé que es nuestro deber luchar por un universo positivo -dijo el gnomulón.
-¿Luchar? -dijo la princesa con la voz ensombrecida-. ¿Luchar para qué, Cord? ¡Ni KarmaTrón pudo contra el Imperio! ¡Todo se perdió hace años cuando... -y una vez más, sus ojos se humedecieron por el recuerdo.
-¿Cuando el príncipe Zacek murió? -se aventuró a preguntar el gnomulón.
Liz-Ek secó sus lágrimas con ambas manos.
-Nunca ganaremos esta guerra, Cord -dijo la princesa-. ¿Cuánta sangre y dolor falta para que la GAU se de cuenta de que sólo se alarga lo inevitable?
-Tú realmente no piensas eso, Liz... No eres así. Recuerdo cuando sonreías y veías todo en Silencio.
-Entonces era una tonta. Creía estar en un estado de paz perpetua, pero era una ilusión. Todo se derrumba, y por más que se luche ya no se logrará nada. La mayoría ha preferido el negativismo, así que nada podemos hacer nosotros ya, no importa si seguimos soñando lo contrario.
Cord miró hacia el arroyo con algo de pesar.
-¿Y si hubiera otro portador de la armadura de esta dimensión? -preguntó el gnomulón tratando de sonar casual.
-Nunca será así -dijo Liz.
-Pues parece que ya fue... Alguien en el Planeta Azul. ¿Katnatek no te lo dijo?
-Hace mucho que no lo veo -respondió la princesa-. ¿Y se ha comprobado algo de ese rumor? -continuó después de un momento de silencio.
-No creo que sea un rumor, la esperanza ha vuelto -sonrió tímidamente el gnomulón.
Liz-Ek bajó del tronco y miró al cielo reprimiendo un suspiro profundo.
-Tu esperanza y la de ellos, Cord, no la mía. Dale mis saludos a los miembros de la GAU y a los Guerreros Kundalini -y tras esto, se dirigió a su habitación en el interior de su palacio. Ahí, frente a la cama, descanzaban sus brazaletes de poder dentro de una caja de un material transparente como el cristal pero infinitamente más resistente. Se detuvo frente a esta caja un momento y mirando a los brazaletes susurró: -Esperanza... La perdí cuando te fuiste, Zacek... Y ahora me es tan difícil creer otra vez... Un nuevo KarmaTrón... ¿Por qué no pudiste ser tú siempre? -y las lágrimas que más o menos había logrado controlar frente a Cord comenzaron a deslizarse libres-. Ahora estás con el Gran Espíritu, pero yo estoy sola en un universo en guerra... ¿por qué tuvo qué ser así? ¿Por qué? 

V.
Galar siempre había tenido confianza en su intuición, y aunque al seguir los rastros de sus perseguidos solía usar la lógica, nunca ignoraba el llamado de la intuición cuando lo escuchaba. Gracias a esto, pensaba, era que se había hecho de tanto éxito en su trabajo y no sólo eso, sino que había sobrevivido con todos sus miembros en su lugar.
Las pistas que tenían de los fugitivos de la mina eran vagas, y los rumores eran muchos. Seguramente la lógica podría dar con la ubicación de las presas en algún momento, pero también era seguro que esto tardaría, así que la intuición se convertiría ahora en una ayuda bien recibida.
Comenzó a caminar por la ciudad más cercana a la mina, sin rumbo definido, sólo esperando el llamado que lo conduciría hacia el lugar indicado. De hecho, ni siquiera estaba considerando los datos que hasta el momento tenía, pues no quería distraerse.
Llegó a una de las zonas antiguas de la ciudad, y caminando entre edificios en ruinas desde la derrota de la GAU, notó que había otros que como él buscaban a los fugitivos en esos edificios. Se detuvo y sonrió ante la competencia que tenía, luego miró a sus pies y sin perder la sonrisa abrió un hueco en el suelo con un minicañón de protones para después saltar dentro de él. Ahora estaba en un sistema de drenaje abandonado. Se colocó su infravisor para ver en la obscuridad y su purificador de aire en la nariz para evitarse la molestia del olor impregnado en el lugar, luego comenzó a explorar y se encontró con que también ahí había competidores.
-Estúpida mente de colmena -pensó el mercenario algo molesto y terminó por sentarse a descansar un rato mientras oía a los otros andar de un lado a otro en busca de los fugitivos. Entonces vió pasar una rata y entrar en un agujero en la pared frente a él. Activó su guantelete de impacto sonoro y lo ajustó a una frecuencia especial en la que podría derribar ese muro sin hacer ruido de más.
Al pasar por el agujero vió un viejo pasaje que iba en dirección descendente y comenzó a caminar por él hasta que se encontró con bifurcaciones y cruces de camino. Volvió sobre sus pasos y con un pequeño proyector cubrió el hueco que había hecho en la pared con un holograma, lo que le daría más tiempo antres de verse importunado por la competencia, luego volvió hasta la primera división de camino y ajustó su visor para buscar algo que aún no sabía qué era. Entonces pudo ver huellas que eran recientes y no eran las suyas.
-Probablemente esto sea un punto para la intuición -pensó, y comenzó a seguir el rastro. 

VI.
Ashcat despertó luego de un sueño extraño en el que se encontraba con figuras luminosas y difusas que le decían que el código era 398769USHA93-1. El código se le había grabado aunque normalmente poco era lo que recordaba de sus sueños, pero seguramente en algunos minutos u horas olvidaría ese código.
-¿Se siente bien? -preguntó una niña delgada y con cabello negro.
-Sí... eso creo -respondió Ashcat notando que se encontraba en una especie de sótano iluminado por una vara de luz color azul, estaba recostado sobre un pedazo sucio de tela y la niña estaba de rodillas a un lado de él-. ¿Esta es tu casa? -preguntó tras inspeccionar el lugar, curioso por saber dónde estaba y esperando que no se tratara de algún lugar donde no le hubiera gustado terminar.
-No. Sólo es un refugio -dijo la niña-. Me alegra que ya se sienta mejor, era una herida grave y a Josh y a mí nos dió mucho trabajo curarla -sonrió satisfecha.
Ashcat recordó entonces lo que le había pasado y miró el lugar donde le habían disparado. Había una cicatriz bastante grande en su abdomen, pero se sentía bien.
-Perdón por la cicatriz -dijo la niña- pero ya casi no nos quedaba energía.
-No sabía que hubiera humanos con este tipo de poderes -dijo Ashcat-. Había escuchado que algunos Rogulanos podían regenerar a otros, pero nunca oí de humanos que lo hicieran. ¿Usaste nanorobots o algo así?
-No. Sólo mis manos.
-Pues gracias -dijo Ashcat sentándose-. Sólo que tendrás que esperar a que regrese a la base y pida un préstamo para que te pague, pues los asaltantes se llevaron todo.
-No lo hicimos por dinero -dijo la niña.
-Ah... -dijo Ashcat tratando de descifrar el problema en el que sospechaba se había metido ahora-. ¿Entonces qué es lo que te debo? -preguntó esperando una respuesta como: "Sólo tus ojos" o "Ahora eres mi esclavo".
-¡Nada!
-¿Nada?
-No. No lo hicimos esperando recompensas.
Todo era cada vez más raro.
-Bien... de cualquier forma te debo la vida y a tus amigos también, así que si algún día puedo hacer algo por ustedes búsquenme. Mi nombre es Ashcat Ghes y soy piloto de naves de carga, pregunten por mí en la base de transportes del Imperio, en cualquiera de ellas, y les facilitarán alguna forma de comunicación conmigo. Sólo dame tu nombre para saber cuando seas tú quien me llama.
-Me llamo Evita -sonrió la niña.
-Bueno -dijo Ashcat poniéndose de pie-, ahora debo irme.
-Oye -dijo Evita-, ¿las naves de carga son de las que salen del planeta?
-Sí, al menos como las que yo piloteo. Transportamos cosas de un planeta a otro.
-Entonces creo que sí podrías ayudarnos en algo. Si quieres hacerlo, claro.
-¿Se trata de llevar o traer algo? Claro que puedo, es lo menos que te debo.
-¿Podrías ayudarnos a salir de la Tierra? Es muy importante que encontremos nuestra verdadera casa -dijo la niña. 

VII.
Galar había descendido casi 200 metros hacia el interior de la Tierra, según marcaba su equipo. Escuchó varias voces discutiendo acaloradamente y activó su traje mimético para poder acercarse sin ser visto. Entró en una galería y no pudo evitar una gran sonrisa de satisfacción al ir identificando a cada uno de los presentes como alguno de los mineros fugitivos.
La discusión se centraba en si dejar irse o no a un tipo de color rojo carmesí que no estaba identificado en la base de datos del mercenario. El tipo rojo, por otro lado, trataba de convencer a los fugitivos de que no hablaría de su escondite y de que haría lo posible por ayudarlos en cualquier forma, menos en la que una tal Evita le había pedido, pues le era imposible.
Con toda tranquilidad, Galar colocó un par de pequeños cubos de redes expansivas en la entrada a la galería por si alguien trataba de salir por ahí, luego sacó su útil pistola aturdidora y preparó su pistola y navaja láser por si las cosas se ponían difíciles y era necesaria algo de sangre, aunque esperaba que no fuera así, pues según veía, la mayoría eran niños. Que el Imperio cargara con sus muertes si tal era la decisión, no él, después de todo la paga era igual si los entregaba vivos o muertos. Con paso tranquilo, confiando en su mimetismo, se acercó al grupo de la discusión y comenzó a disparar con su arma aturdidora, causando en las víctimas una corta convulsión y una pérdida inmediata del sentido.
-¡¿Qué pasa?! -comenzaron a oírse los gritos-. ¡Nos encontraron! ¡Corran, nos van a matar!
En efecto, uno de los fugitivos trató de salir del lugar, pero al pasar sobre los cubos, uno de ellos se activó y con una ligera explosión liberó una substancia pegajosa que cubrió al muchacho y le prohibió cualquier movimiento, de hecho, apenas lo dejaba respirar.
Galar estaba riendo feliz al imaginar una recompensa tan grande por un trabajo tan fácil.
-¡Basta! ¡Quien seas detente! -gritó Josh tratando de ver algo mientras sus compañeros seguían cayendo.
Galar ignoró al muchacho y le apuntó a una de las niñas, entonces se encontró con la mirada de esta y bajó su arma para después hacerse visible. Los dos se quedaron mirándose fijamente, como si el tiempo se hubiera detenido.
-¿Qué es esto? -se preguntaba el mercenario sin poder apartar su vista de esos ojos-. ¿Qué pasa?
De pronto el mercenario ya no estaba en esa galería subterránea, ni había a su alrededor varios fugitivos paralizados, ni siquiera traía ya su traje ni su equipo. Estaba en medio de un prado y el viento golpeaba su rostro mientras miraba a varias jóvenes vestidas con amplias faldas en un día de campo.
-¿Qué me pasa?
Caminaba hacia ellas decidido a hacer algo que había planeado por mucho tiempo.
-¿Por qué veo esto? ¿Este soy yo?
Su corazón latía apresurado y entonces se escuchó pidiéndole a una de las damas que lo acompañara mientras las otras reían con algo de juguetona malicia.
-¿Qué me pasa? ¿Por qué veo estas cosas? No quiero ver esto... no debo...
Llevó a la joven a varios metros de sus compañeras y trató de hablar, pero entonces otra joven llegó corriendo y lo interrumpió con sus juegos y risa, y en poco tiempo los tres estaban riendo.
-¿Qué significa?
Y al ver los ojos de la recién llegada, reconoció a su hermana.
-No, esto es... es una ilusión... debo salir de esto...
Las imágenes comenzaron a volverse confusas. Frente a él veía a su hermana y un momento después a la chiquilla ante la que se había vuelto visible sin saber siquiera por qué lo había hecho.
-Por favor... ya basta... -dijo sin saber si era él. Entonces Evita se hizo a un lado y Galar cayó de rodillas como si todas las fuerzas lo hubieran abandonado-. Ya basta... ya basta... ya... basta... basta... ya...
El mercenario sintió que alguien tomaba sus brazos y los ataba con algo, pero nada podía hacer contra eso, sólo segía repitiendo "ya basta".
-Muy bien, Evita, lo que sea que hiciste estuvo perfecto -dijo Josh mientras apretaba más los nudos que había hecho en los pies y manos del mercenario con una sábana.
-No hice nada -dijo Evita.
-Increíble -dijo Ashcat-. Lo detuvo con una mirada sin siquiera saber que estaba ahí. ¿Qué son ustedes?
-La pregunta es quién eres tú -acusó Rudolph, uno de los mayores del grupo fugitivo con 23 años cumplidos-. Estoy seguro que de alguna forma hiciste que nos encontraran.
-Basta, Rudolph -dijo Josh-. No creo que haya sido por él.
-Nos han encontrado, ahora deberemos buscar un nuevo refugio -señaló Evita.
-¿Por qué los buscan? -preguntó Ashcat.
Una pequeña explosión hizo voltear a todos antes de que alguien respondiera, y en la entrada a la galería vieron a una enorme figura acompañada de otras tres menos monumentales, la cosa más grande se estaba quitando la red expansiva con una gran facilidad, como si la substancia no pudiera adherirse a su piel.
-Tengan cuidado, perece que derrotaron a Galar estos pequeños diabólicos -dijo el gigante con cuatro ojos.
-Sí, Hurock. No nos tomarán desprevenidos -dijo uno de los otros mercenarios.
-Por órdenes del Emperador Asura, ustedes deben ser entregados para que se les juzgue por escapar de unas minas -dijo Hurock-. Hay un precio por cada una de sus cabezas, ya sea vivas o muertas. Les doy la oportunidad de entregarse o de otra forma nos veremos en la penosa necesidad de dispararles -sonrió sardónicamente.
En ese momento, Josh desapareció y las armas que apuntaban hacia los fugitivos desaparecieron de las manos de sus dueños, luego Josh reapareció con varias armas láser en los brazos.
-¡Cuidado! ¡Tienen poderes! -gruñó Hurock, pero apenas lo había terminado de decir, los tres compañeros que llevaba cayeron inconscientes por descargas de energía pránica. De hecho hubo una de estas descargas para el mismo Hurock, pero aparentemente no le hizo ningún daño-. Pequeños idiotas, me han hecho enojar...
Josh volvió a desaparecer para reaparecer atrapado por el cuello en la mano de Hurock.
-Niño imbécil, mis ojos son más veloces que tú, sólo que la primera vez me tomaste desprevenido... casi logras escapar a mi agarre, pero ahora estás perdido -dijo el gigante aumentando la presión hasta dejar inconsciente a Josh.
-¡Josh! -exclamó Evita.
-Entréguense ahora o este será el primero en morir -amenazó Hurock-. Sólo falta un poquito de presión para que su cuello reviente. 

VIII.
Hurock usó una cadena de material irrompible para asegurar a sus prisioneros, y luego procedió a llamar a la guardia Imperial para anunciarles que tenía a los fugitivos. Josh todavia estaba inconsciente, igual que varios de los afectados por el aturdidor de Galar.
-¿Estás bien, Evita? -preguntó Ashcat.
-Sí -dijo la niña.
-¡Cállense, animales! -gritó Hurock-. No tienen permiso de hablar.
En ese momento, Galar cortó sus ataduras con su navaja láser.
-Bienvenido de vuelta, Galar -saludó el gigante-. Veo que el efecto de los poderes de estas bestias ya pasó.
-¿Qué haces con mis prisioneros? -preguntó Galar.
-¿Tus prisioneros? Parecía que eras tú el prisionero de ellos y no a la inversa -sonrió Hurock.
-Todo estaba bajo control.
-Lo está ahora. Siento que te quedaras sin recompensa pero es lo justo.
-Me seguiste.
-¿Qué te hace pensar eso?
-No pudiste haber llegado aquí de otra forma -dijo Galar mirando de reojo a Evita.
-Está bien, me declaro culpable, pero tú sabes que en este negocio todo se vale y bueno, tienes ese don para siempre encontrar lo que buscas, así que ¿por qué no compartirlo de vez en cuando con los amigos? -rió Hurock.
-Pudiste ver el hueco en la pared, ¿no?
-Sí. Mis ojos pueden hacer cosas que nunca antes hubiera imaginado.
-Y supongo que llamaste ya a la guardia imperial.
-Lo hice. Pero no te sientas mal, te daré un 5% de la ganancia total por haber sido mi guía hasta aquí.
-No me gusta la sensación de ser derrotado, ¿sabes? -dijo Galar pensativo mientras se acercaba al gigante-. Pero supongo que esta vez nada puedo hacer al respecto, ¿correcto?
-Correcto.
-Aún así, preferiría al menos un 10%, sabes que sin mí no hubieras podido llegar hasta aquí.
-Mmmm... está bien, lo tienes, Galar. ¿Para qué son los amigos?
-La próxima vez vigilaré mejor mis espaldas -rió Galar dándole una palmada a Hurock-. ¿Y esos perdedores que te acompañan? -señaló a los tres mercenarios inconscientes.
-Sólo idiotas que traje para que admiraran la habilidad de los verdaderos profesionales.
Galar se acercó al trío que yacía en el suelo, se agachó como si fuera a revisar algo y de pronto se cubrió con uno de los cuerpos, al momento que una explosión cimbraba todo el lugar.
-¿Por qué...? -dijo Hurock con medio cuerpo en pedazos-. ¿Por qué...?
-Las presas son mías, amigo. Disculpa la pequeña bomba, pero sé que te regenerarás en menos de 48 horas -sonrió el mercenario humano.
-Cuando te vuelva a ver te mataré por esto...
-Yo no te maté, así que agradecería la misma cortesía de tu parte... en el remoto caso en que llegues a encontrarme desprevenido.
Entonces Hurock perdió el sentido y una especie de enorme capullo comenzó a formarse velozmente sobre él.
Galar se acercó entonces a los prisioneros y les arrojó una llave maestra.
-Quítense las cadenas -dijo ante la sorpresa de todos los concientes.
-¿Por qué haces esto? Pensé que tú también querías entregar a estos muchachos -observó Ashcat.
Galar no respondió, en vez de eso se acercó a Evita y retiró sus cadenas con otra llave. La tomó de la mano y se apartó con ella a una esquina de la habitación.
-Por favor, explícame lo que me hiciste -dijo el mercenario tratando de no ser escuchado.
-No hice nada -respondió la niña.
-¿Entonces qué fue lo que ví? ¿Lo que sentí? ¡Responde!
-Tal vez un pedazo de tí que habías olvidado.
Galar soltó a la niña, se quitó su traje mimético y se lo arrojó a los pies.
-Con ese traje podrás escapar de aquí, aunque temo que tus amigos serán recapturados. Sólo presiona el botón en la manga derecha y no serás vista mientras dure la batería... tendrás energía para unas 3 horas -explicó Galar con una expresión extraña y después fue hacia la salida.
-¿Por qué haces esto, mercenario? -preguntó otra vez Ashcat-. No lo entiendo.
-Tampoco yo -dijo Galar-. Así que deja de preguntarme antes de que decida que estoy haciendo una estupidez. Y por favor, que ninguno de ustedes vuelva a aparecer frente a mí, porque para entonces puede que esto que siento haya pasado.
Galar salió del lugar y al pasar junto al muchacho cubierto por la red le arrojó la substancia contenida en una pequeña cápsula y la red comenzó a disolverse. 

IX.
Un poco de energía pránica sirvió para reanimar a los que seguían sin sentido, y una vez hecho esto, Josh llevó uno a uno de sus compañeros fuera del refugio usando su velocidad. La gurdia imperial no vio a los fugitivos al cruzarse con ellos.
Aunque Evita no tuvo la necesidad de usar el traje de Galar, lo conservó. Tal vez podría servir de algo.
-¿Y ahora a dónde irán? -preguntó Ashcat a los muchachos.
-No lo sabemos todavía -respondió Josh- pero ya encontraremos algún nuevo refugio. El Gran Espíritu nos guiará como la primera vez.
-Esperen -dijo Ashcat-. ¿Ustedes creen que si los ayudo a salir de este planeta podremos encontrar en verdad algo distinto a lo que ofrece el Imperio?
Evita y Josh se miraron uno al otro.
-Hay algo distinto, muy distinto allá afuera -dijo Evita.
-¿Y podríamos llegar con energía limitada? -preguntó Ashcat.
-No lo sé -dijo Evita.
Todos miraban al piloto con cierta esperanza.
-Les debo la vida... supongo que sólo por eso debería ayudarlos -comenzó a decir Ashcat-. Pero díganme algo, ¿habrá flores a dónde vamos?
-No lo sé -dijo Josh-, pero todo es posible.
Y así, Ashcat decidió que terminaría robando una nave... después de todo, tal vez este fuera el camino a su sueño, aunque bien podría ser que todo por lo que había pasado lo hubiera vuelto loco o sólo estuviera soñando mientras se desangraba en ese callejón. Como fuera, una cosa era segura: Estaba comenzando algo.